La ambición criminal
de EEUU:
El control militar del planeta
Samir Amin
Febrero de 2003.
Traducción: Beatriz Morales, CSCAweb (www.nodo50.org/csca)
"Si este
proyecto se sigue desarrollando durante cierto tiempo, sólo
traerá un caos cada vez mayor que apele a una gestión
cada vez más brutal por medio de acciones puntuales, sin
una visión estratégica a largo plazo. En última
instancia, Washington ya no tratará de reforzar unos verdaderos
aliados, lo que siempre impone saber hacer concesiones. Unos
gobiernos títere, como el de Karzai en Afganistán,
son más útiles mientras el delirio del poderío
militar permite creer el "invencibilidad" de EEUU.
Lo mismo que pensaba Hitler."
1.
Desde los años ochenta, cuando se anuncia el desmoronamiento
del sistema soviético, se diseña una opción
hegemónica que se granjea al conjunto de la clase dirigente
de EEUU (a sus establishments demócrata y republicano).
Llevados por el éxito de su potencia armada, que ya no
tiene ningún rival capaz templar sus fantasmas, EEUU elige
afirmar su dominio en primer lugar por medio del despliegue de
una estrategia estrictamente militar de "control del planeta".
Una primera serie de intervenciones -Golfo, Yugoslavia, Asia
Central, Palestina, Iraq- inaugura a partir de los años
noventa la puesta en marcha de este plan de "guerras made
in USA", guerras sin fin, planificadas y decididas unilateralmente
por EEUU.
La estrategia política que acompaña
al proyecto prepara sus pretextos, ya sea el terrorismo, la lucha
contra el narcotráfico o la acusación de producción
de armas de destrucción masiva. Pretextos evidentes cuando
se conocen las complicidades que permitieron a la CIA fabricar
un adversario "terrorista" a medida (los talibanes,
Ben Laden - los hechos del 11 de septiembre nunca ha sido clarificados...),
o desarrollar el Plan Colombia dirigido contra Brasil. Respecto
a las acusaciones de posible producción de armas peligrosas
lanzada contra Iraq, Corea del Norte y en el futuro contra cualquier
país, no son nada comparadas con el uso efectivo de estas
armas por parte de EEUU (las bombas de Hiroshima y Nagasaky,
el empleo de armas químicas en Vietnam, la amenaza reconocida
de utilización de armas nucleares en futuros conflictos...)
Así pues, se trata sólo de medios que son muestra
de la propaganda en el sentido que Goebbels daba al término,
eficaces quizá para convencer a la ingenua opinión
pública de EEUU, pero cada vez menos creíbles en
otros lugares.
La Guerra Preventiva formulada desde ahora como
un "derecho" que Washington se reserva de invocar,
supone de entrada la abolición de todo derecho internacional.
La Carta de Naciones Unidas prohíbe recurrir a la guerra,
excepto en caso de legítima defensa, y somete esta posible
intervención militar propia a unas condiciones severas,
además de establecer que la respuesta debe ser mesurada
y provisional. Todos los juristas saben que las guerra emprendidas
desde 1990 son absolutamente ilegítimas y que, por lo
tanto, sus responsables son, en principio, criminales de guerra.
Naciones Unidas son ya tratadas por EEUU, aunque con la complicidad
de terceros, como antaño lo fuera la Sociedad de Naciones
por los Estados fascistas.
2.
La abolición del derecho de los pueblos, ya consumada,
sustituye el principio de su igualdad por el de la distinción
entre un Herrenvolk (el pueblo de EEUU, accesoriamente
el de Israel) que tiene el derecho de conquistar el "espacio
vital" que considere necesario y los demás, cuya
existencia misma sólo es tolerable si no constituye una
"amenaza" para el despliegue de los proyectos de aquellos
que están llamados a ser los "amos del mundo".
¿Cuáles son, por lo tanto, estos
intereses "nacionales" que la clase dirigente de EEUU
se reserva el derecho de invocar como le vienen en gana?
A decir verdad, esta clase se reconoce sólo
en un objetivo -"hacer dinero"- y el Estado estadounidense
se ha puesto abiertamente al servicio prioritario de la satisfacción
de las exigencias del segmento dominante del capital constituido
por las multinacionales de EEUU
Así pues, a los ojos del establishment
de Washington todos nos hemos convertido en "Pieles Rojas",
es decir, pueblos que sólo tienen derecho a existir en
la medida en que no interfieran a la expansión del capital
multinacional de EEUU. Cualquier resistencia será reducida
por todos los medios, incluso hasta el exterminio si fuera necesario,
como nos asegura EEUU. Quince millones de dólares de beneficios
suplementarios para las multinacionales estadounidenses y, en
contrapartida, tres cientos millones de víctimas, sin
duda alguna. EEUU es, sin lugar a dudas, el Estado canalla
por excelencia, por retomar la terminología de los presidentes
Bush padre, Clinton y Bush hijo.
Este proyecto es claramente imperialista en el
sentido más brutal, pero no es "imperial" en
el sentido que Negri da este término, porque no se trata
de controlar al conjunto de las sociedades del planeta para integrarlas
en un sistema capitalista coherente, sino sólo de apoderarse
de sus recursos. La reducción del pensamiento social a
los axiomas de base de la economía vulgar, la atención
unilateral dada a la maximización de la rentabilidad financiera
a corto plazo del capital dominante, reforzada por la puesta
a disposición de éste de medios militares conocidos
por todos son los responsables de esta bárbara deriva
que el capitalismo lleva consigo, puesto que se ha desecho de
cualquier sistema de valores humanos que ha sido sustituido por
las exigencias exclusivas de la sumisión a las supuestas
leyes del mercado. Por la historia de su formación, el
capitalismo estadounidense se prestaba a esta reducción
mejor aún que el de las sociedades europeas, porque el
Estado estadounidense y su visión política han
sido formados para servir exclusivamente a la economía,
aboliendo con ello la relación contradictoria y dialéctica
economía/política. El genocidio de los indios,
la esclavitud de los negros, la sucesión de oleadas de
emigraciones que sustituían la maduración de la
conciencia de clase por la confrontación de los grupos
que compartían supuestas identidades comunitarias (manipuladas
por la clase dirigente), han producido una gestión política
de la sociedad por parte de un partido único del capital
cuyos dos segmentos comparten las mismas visiones estratégicas
globales, ya que se comparten la tarea por medio de sus retóricas
aptas para controlar cada una de las constituencies, circunscripciones
electorales, de la mitad escasa de la sociedad que cree lo bastante
en el sistema como para tomarse la molestia de ir a votar. Privada
de la tradición por medio de la cual los partidos obreros
social-demócratas y comunistas marcaron la formación
de la cultura política europea moderna, la sociedad estadounidense
no dispone de los instrumentos ideológicos que le permitirían
resistir a la dictadura sin contrapeso del capital. Por el contrario,
es éste el que labra unilateralmente el modo de pensar
de la sociedad en todas sus dimensiones y, en especial, produce,
reforzándolo, su fundamental racismo que le permite verse
como Herrenfolk. El eslogan Play boy Clinton, Cow boy
Bush same policy [Play boy Clinton Cow boy Bush, misma política],
expresado en "lenguaje indio", pone con toda justicia
el énfasis en la naturaleza del partido único que
gobierna la supuesta democracia estadounidense.
Debido a ello el proyecto estadounidense no es
un proyecto hegemónica banal que compartiría con
otros que se han ido sucediendo a lo largo de la historia moderna
y antigua las virtudes de una visión de conjunto de los
problemas que permite darles respuestas coherentes estabilizadoras,
aunque estén fundadas en la explotación económica
y en la desigualdad política. Es infinitamente más
brutal por su concepción unilateral extremadamente simple
y, desde ese punto de vista, se acerca más al proyecto
nazi, fundado también en el principio exclusivo del Herrenfolk
. Este proyecto de EEUU no tiene nada que ver con lo que afirman
los universitarios liberales estadounidenses, que califican a
esta hegemonía de "benigna" ("indolora").
Si este proyecto se sigue desarrollando durante
cierto tiempo, sólo traerá un caos cada vez mayor
que apele a una gestión cada vez más brutal por
medio de acciones puntuales, sin una visión estratégica
a largo plazo. En última instancia, Washington ya no tratará
de reforzar unos verdaderos aliados, lo que siempre impone saber
hacer concesiones. Unos gobiernos títere, como el de Karzai
en Afganistán, son más útiles mientras el
delirio del poderío militar permite creer el "invencibilidad"
de EEUU. Lo mismo que pensaba Hitler.
3.
El examen de las relaciones de este proyecto criminal con las
realidades del capitalismo dominante constituido por el conjunto
de países de la tríada (EEUU, Europa, Japón)
permitirá medir sus fuerzas y debilidades.
La opinión general más extendida,
dirigida por aquellos media que no llaman a la reflexión,
es que el poderío militar de EEUU no constituye más
que la punta del iceberg, que prolonga la superioridad de este
país en todos los dominios, especialmente económicos,
pero también políticos y culturales. Debido a ello
la sumisión a la hegemonía que pretende este país
sería inevitable.
El examen de las realidades económicas invalida
esta opinión. El sistema productivo de EEUU está
lejos de ser el "más eficaz del mundo". Por
el contrario, casi ninguno de sus segmentos estaría seguro
de superar a sus competidores en un mercado verdaderamente abierto
como imaginan los economistas liberales. Prueba de ello es el
déficit comercial de EEUU que se agrava cada año:
de 100.000 millones de dólares en 1989 ha pasado a 450.000
millones en 2000. Además, este déficit concierne
a prácticamente todos los segmentos del sistema productivo.
Incluso el excedente del que se beneficiaba EEUU en el terreno
de los bienes de la alta tecnología, que era de 35.000
millones de dólares en 1990, se ha convertido actualmente
en déficit. La competencia entre Ariane y los cohetes
de la NASA, Airbus y Boeing son testimonio
de la vulnerabilidad de la ventaja estadounidense. ¡Frente
a Europa y Japón para los productos de alta tecnología
a China, Corea y otros países industrializados de Asia
y de América del sur para los productos manufacturados
corrientes, a Europa y al Cono Sur para la agricultura, EEUU
probablemente no los superarían sin recurrir a los medios
"extraeconómicos" que violan los principios
del liberalismo impuestos a sus competidores!
De hecho EEUU sólo se beneficia de las ventajas
comparativas establecidas en el sector del armamento, precisamente
porque éste escapa ampliamente a las reglas del mercado
y se beneficia del apoyo del Estado. Sin duda esta ventaja implica
algunas consecuencias para la vida civil (el ejemplo más
conocido es Internet), pero también está en el
origen de las importantes distorsiones que constituyen desventajas
para muchos de los sectores productivos.
La economía estadounidense es una economía
parásita en detrimento de sus socios en el sistema mundial.
"EEUU depende para el 10% de su consumo industrial de bienes
cuya importación no está cubierta por exportaciones
de los productos nacionales" (E. Todd, Après l´Empire,
pág. 80).
El crecimiento de los años Clinton, alabado
por ser producto del "liberalismo" al que Europa, desgraciadamente,
se había resistido demasiado, es de hecho muy facticio
y, en todo caso, no generalizable, porque descansa en transferencias
de capital que implican el estancamiento de los socios. Para
todos los segmentos del sistema productivo real, el crecimiento
de EEUU no ha sido mejor que el de Europa. El "milagro estadounidense"
se ha alimentado exclusivamente del crecimiento de los gastos
producidos por el agravamiento de las desigualdades sociales
(servicios financieros y personales: legiones de abogados y de
policías privados, etc) En ese sentido, el liberalismo
de Clinton preparó claramente las condiciones que permitieron
el desarrollo reaccionario y la ulterior victoria de Bush hijo.
Además, como escribe Todd (pág. 84) "inflado
por los fraudes, el PNB estadounidense empieza a parecerse, por
la fiabilidad estadística, al de la Unión Soviética".
El mundo produce, EEUU (cuyo ahorro nacional es
prácticamente nulo) consume. La "ventaja" de
EEUU es la de un depredador cuyo déficit está cubierto
por el aporte, consentido o forzado, de terceros. Los medios
puestos en marcha por Washington para compensar sus deficiencias
son de distintas naturalezas: repetidas violaciones unilaterales
de los principios del liberalismo, exportaciones de armamento
(60% del mercado mundial) ampliamente impuestas a aliados subalternos
(¡que, además -como ocurre en los países
del Golfo- nunca utilizarán ese armamento!), búsqueda
de subrentas petrolíferas (que suponen el poner a los
productores bajo su autoridad de forma regulada, motivo real
de las guerras en Asia central e Iraq). En todo caso, lo esencial
del déficit estadounidense se cubre por las aportaciones
en capital procedentes de Europa y de Japón, del sur (países
petrolíferos ricos y clases compradoras [1]
de todos los países del tercer mundo, incluidos los más
pobres), al que se añadirá la sangría ejercida
a título del servicio de la deuda impuesta a la casi totalidad
de los países de la periferia del sistema mundial.
Las razones que dan cuenta de la persistencia de
los flujos de capital que alimenta el parasitismo del economía
y de la sociedad estadounidense, y permiten a esta superpotencia
vivir al día son indudablemente complejas. Pero en absoluto
son el resultado de las supuestas "leyes del mercado",
que son a la vez racionales e ineludibles.
La solidaridad de los segmentos dominantes del
capital multinacionalizado de todos los socios de la tríada
es real y se expresa por medio de su adhesión al neoliberalismo
globalizado. En esta perspectiva EEUU es visto como el defensor
(militar, si es necesario) de estos "intereses comunes".
En todo caso, Washington no pretende "repartir equitativamente"
los beneficios de su liderazgo. Por el contrario, EEUU se esfuerza
por avasallar a sus aliados y, en ese espíritu, sólo
está dispuesto a consentir concesiones menores a sus aliados
subalternos de la tríada. ¿Acaso este conflicto
de intereses del capital dominante está llamado a acentuarse
hasta el punto de acarrear una ruptura en la alianza atlántica?
No es imposible, aunque sí poco probable.
El conflicto prometedor se sitúa en otro
terreno, el de las culturas políticas. En Europa sigue
siendo posible un alternativa de izquierda. Esta alternativa
impondría simultáneamente una ruptura tanto con
el neoliberalismo (y el abandono de la vana esperanza de someter
a EEUU a sus exigencias, permitiendo así al capital europeo
librar una batalla sobre el terreno no minado de la competición
económica), como con alineamiento a las estrategias políticas
de EEUU. El excedente de capitales que por el momento Europa
se contenta con "situar" en EEUU podría entonces
destinarse a una recuperación económica y social,
sin lo cual esta seguiría siendo imposible. Pero cuando
Europa eligiera por ese medio dar prioridad a su desarrollo económico
y social, la artificial salud de la economía de EEUU se
desmoronaría y la clase dirigente estadounidense se enfrentaría
a sus propios problemas económicos y sociales. Ese es
el sentido que le doy a mi conclusión "Europa será
de izquierdas o no será".
Para lograrlo hay que librarse de la ilusión
de que la carta del neoliberalismo debería -y podría-
jugarse "honestamente" por todos y que, en ese caso,
todo iría mejor. EEUU no puede renunciar a su opción
en favor de una práctica asimétrica del liberalismo,
porque ésta es el único medio que tienen de compensar
sus propias deficiencias. El precio de la "prosperidad"
estadounidense es el estancamiento de los demás
¿Por qué, entonces, a pesar de estas
evidencias, continúa el flujo de capitales en beneficio
de EEUU? Para muchos sin duda el motivo es simplemente que EEUU
es "un Estado para los ricos", el refugio más
seguro. Este es el caso de las inversiones de las burguesías
compradoras del tercer mundo. Pero, ¿en el de los
europeos? El virus liberal -y la creencia ingenua de que EEUU
acabará por aceptar el "juego de los mercados"-
opera aquí con una fuerza evidente entre las grandes opiniones
públicas. En este espíritu el FMI ha consagrado
el principio de la "libre circulación de capitales",
de hecho simplemente para permitir precisamente a EEUU cubrir
su déficit por medio del bombeo de los excedentes financieros
generados en otros lugares por las políticas neoliberales,
a las que EEUU sólo se somete selectivamente. Sin embargo,
para el gran capital dominante la ventaja del sistema prevalece
sobre sus inconvenientes: el tributo que hay que pagar a Washington
para asegurar su permanencia.
Existen países calificados de "países
pobres endeudados" que están obligados a pagar. Pero
también existe un "país poderoso endeudado",
del que debería saberse que nunca va a devolver sus deudas.
Debido a este hecho, este verdadero tributo impuesto por el chantaje
político de EEUU sigue siendo frágil.
4.
La opción militarista del estalishment de EEUU
se sitúa en esta perspectiva. No es otra cosa que el reconocimiento
de que EEUU no dispone de otros medios para imponer su hegemonía
económica.
Las causas que están en el origen del debilitamiento
del sistema productivo de EEUU son complejas, No son, desde luego,
coyunturales, y que por ello se podrían corregir, por
ejemplo, por medio de la adopción de una tasa de cambio
correcta, o por medio de la construcción de relaciones
más favorables salarios/productividades. Son estructurales.
La mediocridad de los sistemas de enseñanza general y
de formación , producto de un prejuicio tenaz que favorece
sistemáticamente lo "privado" en detrimento
del servicio público, es una de las principales razones
de la profunda crisis que atraviesa la sociedad de EEUU.
Así pues, deberíamos sorprendernos
de que los europeos, lejos de sacar las conclusiones que impone
la constatación de las insuficiencias de la economía
de EEUU, se apresuren, por el contrario, a imitarlas. A este
respecto tampoco el virus neoliberal lo explica todo, aunque
si satisfaga algunas funciones útiles para el sistema,
paralizando a la izquierda. La privatización a ultranza,
el desmantelamiento de los servicios públicos solo podrán
reducir las ventajas comparativas de las que aún se beneficia
la "vieja Europa" (como la llama Bush). Pero sean cuales
sean los daños que ocasionen a largo plazo, estas medidas
ofrecen al capital dominante, que vive en el corto plazo, la
ocasión de beneficios suplementarios.
La opción militarista de EEUU amenaza a
todos los pueblos. Procede de la misma lógica que antaño
fue la de Adolf Hitler: modificar por medio de la violencia militar
las relaciones económicas y sociales en favor del Herrenfolk
del momento. Esta opción , imponiéndose por delante
del escenario mundial, sobredetermina todas las coyunturas políticas,
porque la prosecución del despliegue de este proyecto
debilitaría extremadamente todos los avances que los pueblos
podrían obtener por medio de sus luchas sociales y democráticas.
Por consiguiente, hacer fracasar el proyecto militarista de EEUU
se convierte entonces para todos en la tarea primordial, en nuestra
principal responsabilidad.
La lucha para hacer fracasar el proyecto de EEUU
es ciertamente multiforme. Comporta aspectos diplomáticos
(defensa del Derecho Internacional), militares (se impone el
rearme de todos los países del mundo para hacer frente
a las agresiones planeadas por Washington -no hay que olvidar
nunca que EEUU ha utilizado armas nucleares cuando tenían
su monopolio y que han renunciado a ello cuando no lo tenían)
y políticas (especialmente en lo que concierne a la construcción
europea y a la reconstrucción del bloque de los países
No Alineados).
El éxito de este combate dependerá
de la capacidad de los espíritus para liberarse de las
ilusiones liberales. Porque existirá nunca una economía
globalizada "auténticamente liberal". Y, sin
embargo, se intenta y se seguirá intentando por todos
los medios hacerlo creer. Los discursos del Banco Mundial, que
opera como un especie de ministerio de Propaganda de Washington,
concernientes a la "democracia" y al "buen gobierno",
o la "reducción de la pobreza", tienen esta
única función, como el ruido mediático organizado
en torno a Joseph Stiglitz, al descubrir algunas verdades elementales,
afirmadas con autoridad arrogante, sin sacar sin embargo la menor
conclusión que cuestione los prejuicios tenaces la economía
vulgar. La reconstrucción de un frente del Sur, capaz
de dar a la solidaridad de los pueblos de Asia y Áfica,
y a la Tricontinental, una capacidad de actuar en el plano mundial
pasa, también ella, por la liberación de las ilusiones
de un sistema liberal globalizado "no asimétrico"
que permitiría a las naciones del tercer mundo superar
sus "retrasos". ¿No es acaso ridículo
ver a los países del tercer mundo reclamar la "puesta
en marcha de los principios del neoliberalismo, pero sin discriminación
alguna", y beneficiarse entonces de los nutridos aplausos
del Banco Mundial? ¿Desde cuándo el Banco Mundial
ha defendido al tercer mundo frente a EEUU?
La lucha contra el imperialismo de EEUU y su opción
militarista es la lucha de todos los pueblos, de sus víctimas
principales de Asia, África y América del sur,
de los pueblos europeos y japonés condenados a la subordinación,
pero también del pueblo estadounidense. Saludemos desde
aquí el valor de todos aquellos que en el "corazón
de la bestia" se niegan a someterse igual que sus predecesores
se negaron a ceder al MacCarthismo de los años cincuenta.
Igual que los que osaron resistirse a Hitler han conquistado
cuantos títulos de nobleza puede otorgar la historia.
¿Será capaz la clase dominante de EEUU de volver
sobre el proyecto criminal al que se ha adscrito? Pregunta difícil
de responder. Poco, si no nada, en la formación histórica
de la sociedad de EEUU dispone a ello. El Partido único
del capital cuyo poder no se le discute a EEUU no ha renunciado
hasta el momento a la aventura militar. En este sentido no se
puede atenuar la responsabilidad de esta clase tomada en su conjunto.
El poder de Bush junior no es el de una "camarilla"
-los petroleros y las industrias de armamento-. Como en toda
la historia moderna de EEUU, el poder dominante nunca ha sido
otro que aquel en particular de una coalición de intereses
segmentarios del capital (mal calificados de lobbies).
Pero esta coalición sólo puede gobernar si lo aceptan
los demás segmentos del capital. En su defecto, todo sucede
en este país tanto menos respetuoso de hecho del derecho
de lo que parece serlo en principio. Desde luego, algunos fracasos
políticos, diplomáticos y quizá hasta militares
podrían animar a las minorías que en el seno del
establishment de EEUU aceptarían renunciar a las
aventuras militares en las que su país está embarcado.
¡Esperar más me parece tan ingenuo como podía
serlo la esperanza de que Adolf Hitler entrara en razón!
Si los europeos hubieran reaccionado en 1935 o
en 1937, habrían logrado parar el delirio hitleriano.
Al reaccionar solamente en 1939, se infligieron decenas de millones
de víctimas. Actuemos para que la respuesta sea más
temprana frente al desafío de los neonazis de Washington.
Nota:
1.
Clases no productivas que sirven de enlace con el capitalismo
exterior

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